Aunque viajamos a París hace ya un par de años, sólo escribí sobre la Torre Eiffel, y se me quedaron en el tintero algunas entradas. Así que cuando el jueves me enteré de que el sábado salíamos hacia París en el primer avión (por qué París, ya lo explicaré en otra entrada…), me prometí a mí misma que esta vez no me dejaría nada en el tintero.

Lo que viene ahora es un paseo por el barrio de Montmartre. ¿Caminas conmigo?

Paseando por Montmartre

Como hace dos años, D. y yo hicimos una ruta guiada por el barrio, esta vez, con mis amigas, decidimos ir por libre. Salimos del hotel y nos dirigimos caminando por las calles de la ciudad hasta llegar a Montmartre. Sólo estábamos a 20 minutos de distancia, así que después de comer en un buen japonés, comenzamos nuestra excursión a Montmartre bajo un cielo azul y un sol de primavera.

Subimos por calles empedradas y visitamos escenarios de película y el estudio de un joven Picasso.

Nos acercamos a ver a los artistas pintar en la plaza. Nos asomamos a ver las impresionantes vistas desde el Sacré-Coeur y bajamos la escalinata haciendo el recorrido inverso de los acertijos de Amélie a Nino.

Vimos a parejas besarse y brindar con vino tinto. Turistas haciéndose selfies. Elegantes escaparates. Tiendas pequeñas y bonitas. Y risas, muchas risas.

Paramos en le mur des je t’aimes, buscando palabras en castellano y catalán para autofotografiarnos y enviarles un mensaje a nuestros chicos, ausentes en el viaje.

Jugamos con la Instax a retratar París desde otro punto de vista, y pronto enseñaré el resultado en el blog.

Nos tomamos un buen café acompañado de unos éclaires deliciosos de Génie, elaborados por Christophe Adam. Y de camino al metro, nos paramos a ver la cafetería en la que soñaba Amélie Poulain, y cruzamos la calle para fotografiar el Moulin Rouge.

Todo ese paseo, en fotografías.